miércoles, 19 de noviembre de 2014

Año 2010. 13 de diciembre

"Dame tiempo y te daré la vida - le dije a la muerte. "

Hablando con unos amigos en clase, a uno de ellos se le ha escapado una frase que he reformado. Cuando eres pequeño tienes una imaginación impredecible, ganas de ver mundo y de ser mayor. Cuanto más creces menos ganas tienes de eso y más de volver a la mágica inocencia que hacía que romper un plato fuera algo gracioso para tus padres, éramos unos idiotas.
“Cuando tienes 18 años tienes ganas de comerte el mundo. Pero es ya tarde cuando te das cuenta de que el mundo es una mierda y le has dado un mordisco.”
La ilusión se va perdiendo y lo que te queda es la una rutina que asfixia más y más a la vez que va aumentando la edad.

No sé si esto que vemos es lo único que nos quedará en realidad, ni sé si esto es solo la visión futura que me produce el presente. Proyectamos ansias de vivir, sin embargo, en lo más profundo buscamos felicidad ya que vemos que se nos acaba el tiempo. Nos quejamos de eso, del tiempo. ¿Cuánto queda? ¿Hemos llegado ya? ¿Cuánto dura el examen? ¿Cuándo nos dan las vacaciones? ¿Cuándo terminan? ¿Cuánto queda de curso?...
Y no nos damos cuenta de que así es cada año, que si cambian estas frases serán a: ¿cuándo me pagan? ¿Cuándo mis horas libres? ¿Cuándo las vacaciones?

¿No veis que nos cierra el círculo de vida? Eso es tan evidente para todos que inconscientemente buscamos una salida, y nadie se quiere dar por aludido cuando digo que nadie busca a nadie, solo una ‘autofelicidad’.

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