miércoles, 10 de diciembre de 2014

Año 2014. 9 de diciembre

SEPARACIONES
        Las separaciones crueles son como un golpe de agua fría, un choque del meñique contra la pata de la mesa. Duelen al principio y luego desaparece. Solo lloras y preguntas porqué, e imploras respuesta, y nadie sabe contestar, nadie sabe, solo buscas una solución que no existe, buscas una salida que no encuentras, buscas aire para respirar y no hay más que humo, humo de la hoguera que consume tu esperanza.
        Asfixia y te tumbas pensando que encontrarías así un poco de tranquilidad. Notas que las lágrimas de impotencia caen por tus mejillas, notas como mojan tus labios temblorosos que con fuerza intentas mantener cerrados. Gritas y solo caen lágrimas que ahogan las fuerzas para buscar respuesta. Ahogan…
        Ahora todo se encuentra inmóvil. Ha pasado ya la tormenta, ya arrasó con todo la marea, ya no hay nada en pie y ahora solo queda reconstruir de los escombros.
        Las separaciones sencillas son fáciles al principio. Nada parece ir mal, nada que perturbe la tranquilidad, nada parece que pueda romper esta seguridad. Hemos tropezado pero nos hemos levantado, un pequeño bache que hemos superado. Ahora cada uno por su lado. El aire lo controlas, el tiempo parece estar a tu favor, si quieres lluvia, el suelo se moja, si quieres calor, el sol no desaparece. Todo parece tan dócil, todo a tus pies, dispuesto a complacer cada deseo.
        El tiempo pasa y el mundo, harto de tu capricho comienza a divertirse a tu costa. Empieza con un simple despertador que no suena, o quizás el fuego de la cocina ha calentado demasiado y ha quemado tu comida. El café no sabe igual. Las cenas empiezan a saber a poco y te limitas un sándwich de jamón y queso, y te sorprendes de que no se quemara y das gracias al pie derecho con el que te levantaste. Empiezas a perder los pies por las nubes, que tapan el sol cuando tienes frío. Te abrigas y sale el sol para arrepentirte inmediatamente.
        Sientes que hay un vacío con el que no sientes nada. La seguridad tan sosegada que te invadía ya no está. No logras localizar cuándo despareció, sin rastro. Ese vacío roe por dentro poco a poco, se incrusta en el corazón, va comiendo la cordura, indaga en tu mente, circula por tu cuerpo como si se tratara de algo inocuo que solo quiere conocerte. Lo peor de todo es que lo consigue. Entonces te paras y piensas "¿por qué?”

        El veneno entró. Consiguió envenenar la idílica salida triunfal de tu corazón y tu mente, la escapada indolora que se produjo, sin perjuicios futuros, sin secuelas… Al final todo se resuelve en mentiras que te dijiste, que nos dijimos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario