miércoles, 19 de noviembre de 2014

Año 2011. 25 de mayo

        Todo es efímero. Todo llega y desaparece como un suspiro. Viniste lenta y cuidadosamente a mí, poco a poco te dejaste conocer, poco a poco me conocías, y cada día te acercabas más. Los dos ignorábamos lo que hoy podemos recapitular. Nadie se imaginó el punto en el que estábamos. Desaparecidos.

        Pasaba el tiempo y cada vez era más apetecible tu compañía en alta horas de la noche, se convirtieron en nuestras las madrugadas. Cierto era que mi cuerpo aún pertenecía a otro hombre y mi corazón a otro corazón pero tu fuego me borraba con cada palabra todo sentimiento e indagaba en mi más profundo pensamiento para desbaratar, descuartizar, desmoronar cualquier antiguo recuerdo.

        Con miedo asomas la cabeza como siempre has hecho y observas como serían un futuro tan inesperadamente cercano. La vista hace ver más si se quiere. Teníamos todo lo que en ese momento deberíamos tener, no más. Quizás porque no se nos dio más tiempo para tener algo que nos faltaba.

        Solo al cruzar las miradas supimos qué podríamos llegar a tener. Le robaste lo más preciado a un hombre, su amante, la hiciste tuya, dejó de ser suya mucho antes de saberlo. Solo necesitaste una prueba para saber que tenías vida, saciar tu sed, conmigo pudiste todo. Me deseabas y me hiciste tuya. Ahora mi cuerpo y mi alma solo quieren estar donde esa tarde estuvieron.

        Desde ese día no he olvidado cada segundo, cada minuto. No puedo olvidar nada de lo que pasamos. Decidiste ocultarlo y no tenía más defensa que mi desargumentada negativa. No tenía más explicación de cómo unos días antes estuve en sus brazos y hoy ya no era de nadie. Quise gritar todo lo que debió saber. Pero me lo impediste.

        Días después, me dejaste susurrar cuanto nos amábamos, eso tuvo que bastar si lo relevante fue aquella semana.


        Él no se dejó vencer por tal postura tan niña y cobarde. Me venció a mí, a nosotros. Te perdí por un descuido. Algo tan insignificante tuvo un efecto similar a un tornado. Llegó y con todo arrasó. Ahora solo quedan las astillas de la casa que construíamos.


        Me preguntas cómo pretendo demostraste lo que te extraño si sustituí tus brazos por los suyos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario