martes, 18 de noviembre de 2014

Año 2009. 5 de octubre

No sé qué hacer ni el futuro que tiene el camino que llevo. Yo manejo mi vida, pero me da la impresión de que cada paso que doy es más erróneo que el anterior. Por eso no sé lo que me pasa, porque estoy haciendo lo que quiero pero creo que todo lo que hago está mal. Pero es una contradicción. Se supone que lo que se quiere, está bien, es lo indicado. Por lo tanto, se hace lo que se quiere.

Pero, ¿qué ocurre cuando lo que haces está mal? Entonces, ¿lo que se quiere es lo incorrecto? ¿Se sabe alguna vez cuándo se está haciendo bien? Y si en esos momentos, ¿odias lo que haces?, ¿odias quién eres?, ¿odias tu vida? Por muy  correcto que sea, tú lo odias. ¿Alguien está seguro de lo que hace? ¿O son todas actuaciones en base a meras suposiciones?

A menudo, muchos se equivocan al pensar que lo que hacen está bien y además es lo que quieren. Pero cuando pasa el tiempo y se dan cuenta del error tan profundo que le ha trasbordando al presente, error que no cometieron los que hicieron los que querían, ¿qué pensaran? En primer lugar, te sientes avergonzado por ser tan estúpido de haberte equivocado. Aun que sepamos el dicho que las personas no somos perfectas y nos equivocamos, no te perdonas esos fallos porque además sabes que sin estar en esas situaciones, mirando objetivamente desde otro punto, siendo cualquier otra persona menos tú mismo si hubieras actuado con la sensatez, racionalidad, madurez y seguridad en ti que te caracterizan. Sin embargo, y a nuestro pesar, solo nosotros podemos solucionar nuestras cosas. Y no digo que se acierte con la respuesta pero sí está en nuestra mano responder.


El azar es la persona que mueve nuestros hilos. Si la saturas de responsabilidades se puede asfixiar y, a falta de oxígeno, equivocarse. Pero al Azar no le podemos reprochar nada. La palabra válida la tenemos nosotros, pero si en nuestro turno abandonamos la partida, le toca jugar al Azar. Aquí es cuando de verdad empiezan los problemas. Como “azar” que se llama, no piensa las cosas, las responsabilidades las ignora y no le gustan las que le obligan a decidir. Así que hace lo que le viene en gana con nuestras vidas porque le importan un bledo, y si no lo quieres aceptar te tienes que aguantar. Cediste el turno en la partida, momento en que se adueña de tu vida y te impone sus normas de juego.

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